En mi práctica, siempre me adhiero a una regla simple: todos salen de mi oficina, sintiendo alivio. Nuestro objetivo final es salvarlo por completo del dolor, que a menudo eclipsa todos los días de su vida. Ver el alivio y la alegría en los rostros de mis pacientes, cuando comienzan a sentir una disminución o desaparición del dolor, no tiene precio. Tan pronto como superemos su dolor, juntos podremos dirigirnos al camino del pozo físico y mental.
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