Investigadores de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido han descubierto que las epidemias de peste y otras enfermedades en el pasado lejano afectaron la atmósfera de la Tierra. Así lo demuestran los resultados del estudio del hielo antártico, publicados en la revista científica Nature Communications. Los especialistas estudiaron las burbujas de gas en el hielo y se formaron una idea sobre la composición del aire terrestre en los últimos 2000 años. Los datos sobre el dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera terrestre se correlacionan con algunos acontecimientos históricos. Por ejemplo, en la “frontera” entre los siglos XVI y XVII se produjo una rápida disminución de la concentración de CO2, alcanzando un mínimo en el año 1610. Ese período coincide con las campañas entre el Viejo y el Nuevo Mundo, cuando los nativos de América del Norte y del Sur fueron víctimas de enfermedades traídas desde Europa. Y cuando los pioneros regresaron a casa, los europeos corrieron la misma suerte al encontrarse con patógenos desconocidos. Según los científicos, las epidemias rampantes redujeron la población hasta tal punto que los supervivientes tuvieron que huir de las regiones azotadas por la enfermedad. Y las zonas desoladas fueron gradualmente cubiertas por bosques, que absorbieron más CO2 de la atmósfera. "Nuestro análisis respalda una disminución más gradual del CO2 de 0,5 ppm [partes por millón] por década desde 1516 hasta 1670 d.C.", escriben en su artículo la paleoclimatóloga Amy King, primera autora del artículo, y sus colegas, añadiendo que aproximadamente 2,6 gigatoneladas de CO2 fueron absorbidos por década a medida que la población humana disminuyó y los bosques volvieron a crecer. "Esto corrobora los escenarios modelados de reorganización a gran escala del uso de la tierra en las Américas después del contacto entre el Nuevo y el Viejo Mundo", agregaron.